Si os pregunto que es la Disonancia Cognitiva quizá no sepáis responderme, pero si os digo que se refiere a la tensión o incomodidad que percibimos cuando mantenemos dos ideas contradictorias o incompatibles entre si, o cuando nuestras creencias no están en armonía con lo que hacemos, sí empecéis a pensar en momentos de vuestra vida donde todo parecía no encajar. Este malestar viene acompañado generalmente por sentimientos de culpa, enfado, frustración o vergüenza.
¿Qué sucede cuando se nos presenta tal tensión? Que nos esforzamos en generar ideas y creencias nuevas que encajen entre sí de manera que nos resulten coherentes. Construimos nuestra propia realidad con la intención de reducir ese malestar.
Si cogemos como punto de partida nuestras creencias o valores, encontramos que casi todos hemos caído en disonancias cognitivas. Por ejemplo:
- Nos fumamos un cigarro aunque el médico nos lo ha prohibido.
- Nos comemos un buen trozo de chocolate aún estando haciendo dieta.
En el segundo caso pasaría exactamente lo mismo, es más nuestra necesidad de saciar el deseo que nos produce comer chocolate, que el razonamiento de que lo tenemos prohibido en la dieta que estamos haciendo por tener muchas calorías.
Como cambiar el pasado es algo imposible y romper con los hábitos cuesta bastante, ¿qué es más fácil? Cambiar las creencias. Es por ello que nos mentimos a nosotros mismos como justificando nuestros pensamientos y actos, evitando así que nos sintamos peor.
Podemos decir por tanto que la tendencia ante estas incoherencias es la autojustificación. Al justificarnos conseguimos reducir la ansiedad que nos provoca la situación. Cuando caemos en disonancia primero actuamos y luego justificamos nuestra actuación. Si bien en un primer momento es algo que alivia nuestra ansiedad, después cuando tomamos consciencia de ello acabamos sintiéndonos mal y entramos de nuevo en el bucle de justificar nuestras propias contradicciones.
Pero hay que tener cuidado con esto, ya que caemos en el autoengaño y con él en la mentira y la crítica como algo cotidiano, y es ahí donde empiezan los problemas emocionales y/o sociales. Por ejemplo cuando deseamos algo que no podemos tener o ser como alguien al que admiramos, tendemos muchas veces al menosprecio, a quitarle valor al objeto o a la persona sobre la que hemos puesto nuestra atención. Es algo muy común en las rupturas amorosas o en los amores no correspondidos, solemos justificarnos con frases como “si ya sabía yo que esto no iba a funcionar”, “si era una persona que no merecía la pena”… cuando por dentro estamos rotos de dolor y nos cuesta admitir que es así. En el caso de personas que no se quieren demasiado a ellas mismas, se tiende a mentir para esconder lo que consideran es una debilidad propia, es cuando se crean corazas y caretas que esconden el verdadero sentir. ¿Qué sucede en estos casos? Pues que la persona muestra una cara que no es, y así la tratan los demás, en cambio por dentro se siente mal e incomprendida. Por tanto, hay que comunicarse más y esconder menos. No levantemos muros, abramos fronteras emocionales.
CIARA MOLINA
Psicóloga Cognitivo-Conductual especialista en Gestión Emocional
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